La aceptación de uno mismo

Aceptarse a uno mismo consiste en aceptar la polaridad en la que todos nos movemos, solo así conseguiremos una aceptación incondicional.

Cuando creemos que sabemos quién somos se presenta en nuestra vida una situación que no sabemos afrontar, u otra que nos hace reaccionar de forma imprevista, desmesurada, automática. Y en ese momento no nos reconocemos, no sabemos realmente qué parte de nosotros es, de dónde nos viene esa ira, ese miedo, esa violencia, ese dolor intenso en las entrañas…

O sí lo sabemos, quizás de forma íntima, soterrada, intuitiva, porque todos tenemos la sabiduría consciente e inconsciente de nuestro propio universo.


Y creíamos que nos conocíamos, y que nos aceptábamos tal cual somos.


Pero no hay aceptación completa si no somos capaces de entender que somos la persona alegre que queremos ser, pero también la triste que a veces escapa. Somos la persona dócil que intenta agradar y la hostil que daña. La valiente que lucha diariamente por los suyos y la cobarde que no quiere enfrentar sus miedos.


Somos, en cada uno de nuestros aspectos, polaridad entre dos extremos. Y si no aceptamos el miedo, no desarrollaremos la valentía. Si no aceptamos la tristeza, no viviremos libremente la alegría. Si no aceptamos y reprimimos y negamos una parte de nosotros, no podremos disfrutar plenamente de su opuesto. No sabremos qué es la luz si no hemos conocido la oscuridad.

El equilibrio es el resultado de esta aceptación completa de uno mismo, de las emociones, tanto de las negativas como de las positivas, de las intuiciones, de la sabiduría interior.

Vivir en armonía es aceptar incondicionalmente la polaridad, aprender a gestionarla, y desde ella cuidar del equilibrio entre nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu.